Sucede también con el reino de los cielos como con la red que se echa al mar y recoge toda clase de pescado. Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. (Mateo 13:47-48)

Dios no hace acepción de personas; eso nos enseña claramente la Escritura. Los seres humanos lo hacemos constantemente. Los judíos despreciaban a los que no lo eran. Entre ellos mismos despreciaban a aquellos que eran considerados impuros. Los cristianos de origen judío discriminaban a los de origen gentil y trataban de que vivieran y pensaran como ellos. Entre las iglesias había distinciones entre ricos y pobres que Pablo y Santiago condenan abiertamente. Todo lo contrario a como Jesús, Dios hecho ser humano, actuó. Alabó la fe de personas gentiles, incluso de los odiados invasores romanos. Se juntó y admitió en su círculo de discípulos a mujeres. Sus relaciones con personas pecadoras y de mal vivir era notoria e incluso reconoció el ministerio hecho por personas que no formaban parte de propio ministerio.

Esta parábola nos enseña que el llamado al Reino de Dios es universal para todo tipo de personas sin tener en cuenta su condición previa. No existe ningún grupo humano que por razón de su condición sexual, económica, política, racial, cultural o de otro tipo deba ser excluido. El Reino da la bienvenida a todos sin excepción. Nadie debe cambiar para entrar en el mismo, de hecho nos acercamos a él para ser cambiados tal y como afirmó el Maestro: "No son los sanos los que tienen necesidad de médico sino aquellos que están enfermos". Cuando los que ya estamos dentro olvidamos que la aceptación en el Reino ha sido en base a la gracia y no por meritocracia, es entonces cuando comenzamos a despreciar a otros, a limitar la universalidad de la invitación de Jesús y a clasificar a las personas en aptas o no aptas según nuestro limitado y cargado de prejuicios criterio. De hecho, cuanto más aberrante pueda ser a nuestros ojos el estilo de vida de una persona, más necesitado se encuentra del encuentro restaurador con Cristo.

Es cierto que hay una posterior selección de los pescados; pero como ya nos enseñó la parábola de la cizaña, es más bien responsabilidad del Señor y no nuestra.


¿Hacía que grupos o colectivos muestras acepción y rechazo? ¿Cómo la enseñanza de la parábola puede ayudarte a tener esa visión universal del Reino?







Sucede también con el reino de los cielos como con la red que se echa al mar y recoge toda clase de pescado. Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. (Mateo 13:47-48)

Dios no hace acepción de personas; eso nos enseña claramente la Escritura. Los seres humanos lo hacemos constantemente. Los judíos despreciaban a los que no lo eran. Entre ellos mismos despreciaban a aquellos que eran considerados impuros. Los cristianos de origen judío discriminaban a los de origen gentil y trataban de que vivieran y pensaran como ellos. Entre las iglesias había distinciones entre ricos y pobres que Pablo y Santiago condenan abiertamente. Todo lo contrario a como Jesús, Dios hecho ser humano, actuó. Alabó la fe de personas gentiles, incluso de los odiados invasores romanos. Se juntó y admitió en su círculo de discípulos a mujeres. Sus relaciones con personas pecadoras y de mal vivir era notoria e incluso reconoció el ministerio hecho por personas que no formaban parte de propio ministerio.

Esta parábola nos enseña que el llamado al Reino de Dios es universal para todo tipo de personas sin tener en cuenta su condición previa. No existe ningún grupo humano que por razón de su condición sexual, económica, política, racial, cultural o de otro tipo deba ser excluido. El Reino da la bienvenida a todos sin excepción. Nadie debe cambiar para entrar en el mismo, de hecho nos acercamos a él para ser cambiados tal y como afirmó el Maestro: "No son los sanos los que tienen necesidad de médico sino aquellos que están enfermos". Cuando los que ya estamos dentro olvidamos que la aceptación en el Reino ha sido en base a la gracia y no por meritocracia, es entonces cuando comenzamos a despreciar a otros, a limitar la universalidad de la invitación de Jesús y a clasificar a las personas en aptas o no aptas según nuestro limitado y cargado de prejuicios criterio. De hecho, cuanto más aberrante pueda ser a nuestros ojos el estilo de vida de una persona, más necesitado se encuentra del encuentro restaurador con Cristo.

Es cierto que hay una posterior selección de los pescados; pero como ya nos enseñó la parábola de la cizaña, es más bien responsabilidad del Señor y no nuestra.


¿Hacía que grupos o colectivos muestras acepción y rechazo? ¿Cómo la enseñanza de la parábola puede ayudarte a tener esa visión universal del Reino?







Sucede también con el reino de los cielos como con la red que se echa al mar y recoge toda clase de pescado. Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. (Mateo 13:47-48)

Dios no hace acepción de personas; eso nos enseña claramente la Escritura. Los seres humanos lo hacemos constantemente. Los judíos despreciaban a los que no lo eran. Entre ellos mismos despreciaban a aquellos que eran considerados impuros. Los cristianos de origen judío discriminaban a los de origen gentil y trataban de que vivieran y pensaran como ellos. Entre las iglesias había distinciones entre ricos y pobres que Pablo y Santiago condenan abiertamente. Todo lo contrario a como Jesús, Dios hecho ser humano, actuó. Alabó la fe de personas gentiles, incluso de los odiados invasores romanos. Se juntó y admitió en su círculo de discípulos a mujeres. Sus relaciones con personas pecadoras y de mal vivir era notoria e incluso reconoció el ministerio hecho por personas que no formaban parte de propio ministerio.

Esta parábola nos enseña que el llamado al Reino de Dios es universal para todo tipo de personas sin tener en cuenta su condición previa. No existe ningún grupo humano que por razón de su condición sexual, económica, política, racial, cultural o de otro tipo deba ser excluido. El Reino da la bienvenida a todos sin excepción. Nadie debe cambiar para entrar en el mismo, de hecho nos acercamos a él para ser cambiados tal y como afirmó el Maestro: "No son los sanos los que tienen necesidad de médico sino aquellos que están enfermos". Cuando los que ya estamos dentro olvidamos que la aceptación en el Reino ha sido en base a la gracia y no por meritocracia, es entonces cuando comenzamos a despreciar a otros, a limitar la universalidad de la invitación de Jesús y a clasificar a las personas en aptas o no aptas según nuestro limitado y cargado de prejuicios criterio. De hecho, cuanto más aberrante pueda ser a nuestros ojos el estilo de vida de una persona, más necesitado se encuentra del encuentro restaurador con Cristo.

Es cierto que hay una posterior selección de los pescados; pero como ya nos enseñó la parábola de la cizaña, es más bien responsabilidad del Señor y no nuestra.


¿Hacía que grupos o colectivos muestras acepción y rechazo? ¿Cómo la enseñanza de la parábola puede ayudarte a tener esa visión universal del Reino?