Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu inteligencia. Este es el primer mandamiento y el más importante. Pero hay un segundo mandamiento que es parecido a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Mateo 22:37)

Los seres humanos tenemos la increíble capacidad de convertir en complicado lo más simple. Al leer estas palabras del Maestro me parece que seguirlo es algo bien sencillo que tiene dos claras dimensiones que la misma Palabra explica cómo aplicarlas. Primera dimensión, amar a Dios. El propio Jesús explicó que amarlo no tiene nada que ver con un sentimentalismo azucarado. Si me amáis, afirma Él, guardad mis mandamientos. Así de sencillo que no significa que no sea costoso y desafiante.

La segunda dimensión, amar al prójimo. También el Señor nos explica lo que eso significa en el día a día. Hacer el bien a todos de manera intencional y proactiva, no perder ninguna oportunidad de bendecir a todo hijo de vecina, tanto si lo merece como si no. En realidad ser un discípulo no parece tan complicado. Lo hemos enrevesado nosotros con nuestras doctrinas, teología, prácticas y costumbres.

¿Cuán real son estos dos mandamientos en tu vida cotidiana? ¿Qué mandamiento puedes obedecer hoy? ¿A quién puedes hacer bien en el día de hoy?