Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harte de oír. (Eclesiastés 1:8)

Sin duda es una generalización, aunque no exenta de razón, afirmar que en todos nosotros hay un sentido permanente de insatisfacción; algo que este versículo de Eclesiastés capta magistralmente. Siempre precisamos algo más, siempre hay algo, sea una cosa o una experiencia, o alguien que sin tan sólo pudiéramos tenerlo nos sentiríamos súper felices. Pero sabemos que es una quimera, que una vez obtenido  aquello que perseguimos el efecto esperado se disiparía como el hielo expuesto al solo, no duraría excesivamente. 

Esta insatisfacción permanente es hábilmente explotada por los medios de comunicación que nos venden todo tipo de productos y experiencia bajo la promesa -que nosotros mismos sabemos que es falsa- de que finalmente quedaremos saciados. Al escribir estas palabras vienen a mi mente las palabras de Jesús, el que beba de esta agua volverá a tener sed. ¿Cómo manejas tú ese sentido permanente de insatisfacción?

 


Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harte de oír. (Eclesiastés 1:8)

Sin duda es una generalización, aunque no exenta de razón, afirmar que en todos nosotros hay un sentido permanente de insatisfacción; algo que este versículo de Eclesiastés capta magistralmente. Siempre precisamos algo más, siempre hay algo, sea una cosa o una experiencia, o alguien que sin tan sólo pudiéramos tenerlo nos sentiríamos súper felices. Pero sabemos que es una quimera, que una vez obtenido  aquello que perseguimos el efecto esperado se disiparía como el hielo expuesto al solo, no duraría excesivamente. 

Esta insatisfacción permanente es hábilmente explotada por los medios de comunicación que nos venden todo tipo de productos y experiencia bajo la promesa -que nosotros mismos sabemos que es falsa- de que finalmente quedaremos saciados. Al escribir estas palabras vienen a mi mente las palabras de Jesús, el que beba de esta agua volverá a tener sed. ¿Cómo manejas tú ese sentido permanente de insatisfacción?

 


Ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harte de oír. (Eclesiastés 1:8)

Sin duda es una generalización, aunque no exenta de razón, afirmar que en todos nosotros hay un sentido permanente de insatisfacción; algo que este versículo de Eclesiastés capta magistralmente. Siempre precisamos algo más, siempre hay algo, sea una cosa o una experiencia, o alguien que sin tan sólo pudiéramos tenerlo nos sentiríamos súper felices. Pero sabemos que es una quimera, que una vez obtenido  aquello que perseguimos el efecto esperado se disiparía como el hielo expuesto al solo, no duraría excesivamente. 

Esta insatisfacción permanente es hábilmente explotada por los medios de comunicación que nos venden todo tipo de productos y experiencia bajo la promesa -que nosotros mismos sabemos que es falsa- de que finalmente quedaremos saciados. Al escribir estas palabras vienen a mi mente las palabras de Jesús, el que beba de esta agua volverá a tener sed. ¿Cómo manejas tú ese sentido permanente de insatisfacción?