Una de las consecuencias del pecado la experimentamos en la dimensión física. La enfermedad y la muerte son consecuencias del mismo. Necesito explicarme; no estoy afirmando que la persona que sufre un ataque cardiaco, padece un cáncer o un ictus lo padezcan como consecuencia de algún pecado específico. No trato de decir que esa persona sufre lo que sufre como castigo por algún pecado evidente o oculto ¡Para nada! Mi punto es que la enfermedad y la muerte no formaban parte del diseño natural de Dios. Todos hemos oído en alguna ocasión la afirmación que la muerte forma parte de la vida, que es algo normal y natural. Desde la visión cristiana del mundo y la vida no es así. Dios advirtió con claridad al ser humano que si desobedecían morirían. Y así fue. Pablo, escribiendo a los romanos nos dice que por un hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y con él, la muerte. Muerte y enfermedad son consecuencias de la rebelión del ser humano contra Dios y su autoridad. Precisamente la resurrección de Jesús representa la victoria definitiva sobre la misma y todas sus consecuencias.

Cuando Dios se hace presente en la persona de Jesús contrarresta todos los efectos del pecado. El Maestro restauró la vida de personas eliminando la enfermedad de sus cuerpos y devolviéndoles la salud. El ministerio de Jesús fue total y absolutamente integral. Enfrentó los diferentes efectos del pecado sobre la vida humana según estos le salieron al paso. Los versículos de Lucas previamente leídos nos indican que sanó a multitudes, sin embargo, no nos dice que hubiera ninguna comunicación o predicación de la buena noticia. Nuestro filtro teológico nos lleva a pensar que primero hubo un culto de evangelización y, posteriormente, una ministración y sanación. Pero en numerosas ocasiones vemos que no fue así. Del mismo modo que en otras muchas hubo anuncio del mensaje y no tuvieron efecto curaciones. Las sanaciones del Maestro no fueron un reclamo publicitario para atraer más gente a la predicación ¡Al contrario! En numerosas situaciones advirtió a aquellos que recibieron la sanidad que guardaran un estricto silencio que pocas veces, todo sea dicho de paso, fue respetado. 

Aunque no tengo el don de sanidades he conocido a seguidores de Jesús que si lo tenían. Pero el Señor no siempre actúa de forma sobrenatural. Él, en su providencia, ha dado dones a los hombres y gracias a los mismos la medicina ha avanzado de forma gigantesca en los últimos años, aportando nuevos fármacos y técnicas que han reducido considerablemente la extensión y el efecto de muchas enfermedades. Entiendo pues que el ministerio restaurador de Jesús continúa en acción por medio de sus seguidores que, gracias al don de sanidad siguen contrarrestando los efectos del pecado, y a todos aquellos que con los dones naturales que el Señor les ha provisto, sean creyentes o no, continúan permitiendo el avance de la medicina y la ciencia. 


La providencia de Dios se ha definido como el cuidado que sigue mostrando por la humanidad y la creación a pesar del pecado. La ciencia, el arte y la técnica son un resultado de ello. ¿De qué modo entender la providencia del Señor te puede ayudar a valorar mucho más el trabajo de las personas?



Una de las consecuencias del pecado la experimentamos en la dimensión física. La enfermedad y la muerte son consecuencias del mismo. Necesito explicarme; no estoy afirmando que la persona que sufre un ataque cardiaco, padece un cáncer o un ictus lo padezcan como consecuencia de algún pecado específico. No trato de decir que esa persona sufre lo que sufre como castigo por algún pecado evidente o oculto ¡Para nada! Mi punto es que la enfermedad y la muerte no formaban parte del diseño natural de Dios. Todos hemos oído en alguna ocasión la afirmación que la muerte forma parte de la vida, que es algo normal y natural. Desde la visión cristiana del mundo y la vida no es así. Dios advirtió con claridad al ser humano que si desobedecían morirían. Y así fue. Pablo, escribiendo a los romanos nos dice que por un hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y con él, la muerte. Muerte y enfermedad son consecuencias de la rebelión del ser humano contra Dios y su autoridad. Precisamente la resurrección de Jesús representa la victoria definitiva sobre la misma y todas sus consecuencias.

Cuando Dios se hace presente en la persona de Jesús contrarresta todos los efectos del pecado. El Maestro restauró la vida de personas eliminando la enfermedad de sus cuerpos y devolviéndoles la salud. El ministerio de Jesús fue total y absolutamente integral. Enfrentó los diferentes efectos del pecado sobre la vida humana según estos le salieron al paso. Los versículos de Lucas previamente leídos nos indican que sanó a multitudes, sin embargo, no nos dice que hubiera ninguna comunicación o predicación de la buena noticia. Nuestro filtro teológico nos lleva a pensar que primero hubo un culto de evangelización y, posteriormente, una ministración y sanación. Pero en numerosas ocasiones vemos que no fue así. Del mismo modo que en otras muchas hubo anuncio del mensaje y no tuvieron efecto curaciones. Las sanaciones del Maestro no fueron un reclamo publicitario para atraer más gente a la predicación ¡Al contrario! En numerosas situaciones advirtió a aquellos que recibieron la sanidad que guardaran un estricto silencio que pocas veces, todo sea dicho de paso, fue respetado. 

Aunque no tengo el don de sanidades he conocido a seguidores de Jesús que si lo tenían. Pero el Señor no siempre actúa de forma sobrenatural. Él, en su providencia, ha dado dones a los hombres y gracias a los mismos la medicina ha avanzado de forma gigantesca en los últimos años, aportando nuevos fármacos y técnicas que han reducido considerablemente la extensión y el efecto de muchas enfermedades. Entiendo pues que el ministerio restaurador de Jesús continúa en acción por medio de sus seguidores que, gracias al don de sanidad siguen contrarrestando los efectos del pecado, y a todos aquellos que con los dones naturales que el Señor les ha provisto, sean creyentes o no, continúan permitiendo el avance de la medicina y la ciencia. 


La providencia de Dios se ha definido como el cuidado que sigue mostrando por la humanidad y la creación a pesar del pecado. La ciencia, el arte y la técnica son un resultado de ello. ¿De qué modo entender la providencia del Señor te puede ayudar a valorar mucho más el trabajo de las personas?



Una de las consecuencias del pecado la experimentamos en la dimensión física. La enfermedad y la muerte son consecuencias del mismo. Necesito explicarme; no estoy afirmando que la persona que sufre un ataque cardiaco, padece un cáncer o un ictus lo padezcan como consecuencia de algún pecado específico. No trato de decir que esa persona sufre lo que sufre como castigo por algún pecado evidente o oculto ¡Para nada! Mi punto es que la enfermedad y la muerte no formaban parte del diseño natural de Dios. Todos hemos oído en alguna ocasión la afirmación que la muerte forma parte de la vida, que es algo normal y natural. Desde la visión cristiana del mundo y la vida no es así. Dios advirtió con claridad al ser humano que si desobedecían morirían. Y así fue. Pablo, escribiendo a los romanos nos dice que por un hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y con él, la muerte. Muerte y enfermedad son consecuencias de la rebelión del ser humano contra Dios y su autoridad. Precisamente la resurrección de Jesús representa la victoria definitiva sobre la misma y todas sus consecuencias.

Cuando Dios se hace presente en la persona de Jesús contrarresta todos los efectos del pecado. El Maestro restauró la vida de personas eliminando la enfermedad de sus cuerpos y devolviéndoles la salud. El ministerio de Jesús fue total y absolutamente integral. Enfrentó los diferentes efectos del pecado sobre la vida humana según estos le salieron al paso. Los versículos de Lucas previamente leídos nos indican que sanó a multitudes, sin embargo, no nos dice que hubiera ninguna comunicación o predicación de la buena noticia. Nuestro filtro teológico nos lleva a pensar que primero hubo un culto de evangelización y, posteriormente, una ministración y sanación. Pero en numerosas ocasiones vemos que no fue así. Del mismo modo que en otras muchas hubo anuncio del mensaje y no tuvieron efecto curaciones. Las sanaciones del Maestro no fueron un reclamo publicitario para atraer más gente a la predicación ¡Al contrario! En numerosas situaciones advirtió a aquellos que recibieron la sanidad que guardaran un estricto silencio que pocas veces, todo sea dicho de paso, fue respetado. 

Aunque no tengo el don de sanidades he conocido a seguidores de Jesús que si lo tenían. Pero el Señor no siempre actúa de forma sobrenatural. Él, en su providencia, ha dado dones a los hombres y gracias a los mismos la medicina ha avanzado de forma gigantesca en los últimos años, aportando nuevos fármacos y técnicas que han reducido considerablemente la extensión y el efecto de muchas enfermedades. Entiendo pues que el ministerio restaurador de Jesús continúa en acción por medio de sus seguidores que, gracias al don de sanidad siguen contrarrestando los efectos del pecado, y a todos aquellos que con los dones naturales que el Señor les ha provisto, sean creyentes o no, continúan permitiendo el avance de la medicina y la ciencia. 


La providencia de Dios se ha definido como el cuidado que sigue mostrando por la humanidad y la creación a pesar del pecado. La ciencia, el arte y la técnica son un resultado de ello. ¿De qué modo entender la providencia del Señor te puede ayudar a valorar mucho más el trabajo de las personas?