Y no es la necesidad lo que me hace hablar así, pues he aprendido a tener contentamiento en cualquier circunstancia. Tengo experiencia de pobreza y de riqueza. Estoy perfectamente entrenado para todo: para estar harto y para pasar hambre, para nadar en la abundancia y para vivir con estrecheces. Puedo salir airoso de toda suerte de pruebas, porque Cristo me da las fuerzas. (Filipenses 4:11-14)

En psicología el contentamiento es un estado mental o emocional de satisfacción que puede surgir de estar cómodo con la situación, que estamos viviendo o experimentando, también con nuestro cuerpo y nuestra mente. Hablando coloquialmente, la satisfacción podría ser un estado de haber aceptado la situación de uno y es una forma de felicidad más suave y calmada. 

La persona que experimenta el contentamiento puede tener una actitud y estado de satisfacción a pesar de la realidad que esté experimentando. Eso no significa que no exista un deseo de, a ser posible, cambiar las circunstancias, especialmente si son negativas, a mejor. Sin embargo, el sentido de satisfacción no depende de que ese cambio se efectúe o no. El contentamiento no debe ser confundido con la resignación. Esta última tiene una connotación más negativa, más de abandono, de sufrimiento de paciencia, de aguante pasivo, de impotencia que nos lleva a rendirnos y de tolerancia ante una situación adversa. El contentamiento viene de nuestro interior y no está relacionado con las circunstancias positivas o negativas. La personas que vive con contentamiento tiene una capacidad de encontrar satisfacción en la vida, no debido a las circunstancias, sino a pesar de las mismas. 

Es precisamente lo que experimentaba el apóstol y que refleja en los versículos que encabezan esta entrada. Sin embargo, vale la pena reseñar que Pablo aprendió a tener esa actitud. Es una clave importante. Ninguno de nosotros debe pensar que ese estado nos va a venir de natural. Antes al contrario, de natural nos sale la insatisfacción. Por medio del apóstol la Escritura nos anima a desarrollar esa actitud ante la vida. Nos va a ser tremendamente necesaria en los días que tenemos por delante. Hemos vivido en una relativa abundancia y nos hemos acostumbrado rápidamente a ella, ha sido un aprendizaje fácil. ¿Seremos capaces de acostumbrarnos a la escasez? ¿Desarrollaremos esa capacidad de aprendizaje? Debemos hacerlo, porque nos esperan días difíciles. Pero, ¿Cómo se aprende el contentamiento? Lo veremos mañana ¡Si Dios lo permite!

¿Cuán preparado estás para los días de escasez?

Y no es la necesidad lo que me hace hablar así, pues he aprendido a tener contentamiento en cualquier circunstancia. Tengo experiencia de pobreza y de riqueza. Estoy perfectamente entrenado para todo: para estar harto y para pasar hambre, para nadar en la abundancia y para vivir con estrecheces. Puedo salir airoso de toda suerte de pruebas, porque Cristo me da las fuerzas. (Filipenses 4:11-14)
 
En psicología el contentamiento es un estado mental o emocional de satisfacción que puede surgir de estar cómodo con la situación, que estamos viviendo o experimentando, también con nuestro cuerpo y nuestra mente. Hablando coloquialmente, la satisfacción podría ser un estado de haber aceptado la situación de uno y es una forma de felicidad más suave y calmada. 
 
La persona que experimenta el contentamiento puede tener una actitud y estado de satisfacción a pesar de la realidad que esté experimentando. Eso no significa que no exista un deseo de, a ser posible, cambiar las circunstancias, especialmente si son negativas, a mejor. Sin embargo, el sentido de satisfacción no depende de que ese cambio se efectúe o no. El contentamiento no debe ser confundido con la resignación. Esta última tiene una connotación más negativa, más de abandono, de sufrimiento de paciencia, de aguante pasivo, de impotencia que nos lleva a rendirnos y de tolerancia ante una situación adversa. El contentamiento viene de nuestro interior y no está relacionado con las circunstancias positivas o negativas. La personas que vive con contentamiento tiene una capacidad de encontrar satisfacción en la vida, no debido a las circunstancias, sino a pesar de las mismas. 
 
Es precisamente lo que experimentaba el apóstol y que refleja en los versículos que encabezan esta entrada. Sin embargo, vale la pena reseñar que Pablo aprendió a tener esa actitud. Es una clave importante. Ninguno de nosotros debe pensar que ese estado nos va a venir de natural. Antes al contrario, de natural nos sale la insatisfacción. Por medio del apóstol la Escritura nos anima a desarrollar esa actitud ante la vida. Nos va a ser tremendamente necesaria en los días que tenemos por delante. Hemos vivido en una relativa abundancia y nos hemos acostumbrado rápidamente a ella, ha sido un aprendizaje fácil. ¿Seremos capaces de acostumbrarnos a la escasez? ¿Desarrollaremos esa capacidad de aprendizaje? Debemos hacerlo, porque nos esperan días difíciles. Pero, ¿Cómo se aprende el contentamiento? Lo veremos mañana ¡Si Dios lo permite!
 
¿Cuán preparado estás para los días de escasez?


Y no es la necesidad lo que me hace hablar así, pues he aprendido a tener contentamiento en cualquier circunstancia. Tengo experiencia de pobreza y de riqueza. Estoy perfectamente entrenado para todo: para estar harto y para pasar hambre, para nadar en la abundancia y para vivir con estrecheces. Puedo salir airoso de toda suerte de pruebas, porque Cristo me da las fuerzas. (Filipenses 4:11-14)

En psicología el contentamiento es un estado mental o emocional de satisfacción que puede surgir de estar cómodo con la situación, que estamos viviendo o experimentando, también con nuestro cuerpo y nuestra mente. Hablando coloquialmente, la satisfacción podría ser un estado de haber aceptado la situación de uno y es una forma de felicidad más suave y calmada. 

La persona que experimenta el contentamiento puede tener una actitud y estado de satisfacción a pesar de la realidad que esté experimentando. Eso no significa que no exista un deseo de, a ser posible, cambiar las circunstancias, especialmente si son negativas, a mejor. Sin embargo, el sentido de satisfacción no depende de que ese cambio se efectúe o no. El contentamiento no debe ser confundido con la resignación. Esta última tiene una connotación más negativa, más de abandono, de sufrimiento de paciencia, de aguante pasivo, de impotencia que nos lleva a rendirnos y de tolerancia ante una situación adversa. El contentamiento viene de nuestro interior y no está relacionado con las circunstancias positivas o negativas. La personas que vive con contentamiento tiene una capacidad de encontrar satisfacción en la vida, no debido a las circunstancias, sino a pesar de las mismas. 

Es precisamente lo que experimentaba el apóstol y que refleja en los versículos que encabezan esta entrada. Sin embargo, vale la pena reseñar que Pablo aprendió a tener esa actitud. Es una clave importante. Ninguno de nosotros debe pensar que ese estado nos va a venir de natural. Antes al contrario, de natural nos sale la insatisfacción. Por medio del apóstol la Escritura nos anima a desarrollar esa actitud ante la vida. Nos va a ser tremendamente necesaria en los días que tenemos por delante. Hemos vivido en una relativa abundancia y nos hemos acostumbrado rápidamente a ella, ha sido un aprendizaje fácil. ¿Seremos capaces de acostumbrarnos a la escasez? ¿Desarrollaremos esa capacidad de aprendizaje? Debemos hacerlo, porque nos esperan días difíciles. Pero, ¿Cómo se aprende el contentamiento? Lo veremos mañana ¡Si Dios lo permite!

¿Cuán preparado estás para los días de escasez?