Y prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vuestros corazones; y el Espíritu clama: “¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”. Así que ya no eres esclavo, sino hijo. Y como hijo que eres, Dios te ha declarado también heredero. (Gálatas 4:6-7)
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que hace que los afectados duden de sus capacidades y logros. Creo que, en cierta medida, con mucha frecuencia los seguidores de Jesús experimentamos ese síndrome que es hábilmente explotado por Satanás. Este nos hace dudar, una y otra vez, de nuestra identidad como hijos y herederos. Nos recuerda de forma constante todas nuestras inconsistencias, fallos y pecados y pone en cuestión que el Señor pueda amar y conceder la adopción a alguien como nosotros.
Satanás, recordemos Génesis 3, siempre juega con medias verdades y siempre cuestiona las intenciones de Dios. Medias verdades porque todo lo que nos echa en cara acerca de nuestra realidad es cierto. Pero no es toda la verdad; el Señor conoce esa misma realidad y nos ama y acepta con ella. Al mismo tiempo cuestiona el carácter de Dios intentando que creamos que Él no puede realmente amar, aceptar y considerar como hijos a personas como nosotros.
El antídoto ante sus acusaciones es simple: Reconocemos lo que nos dice como parcialmente cierto y, a la vez, lo confrontamos con la realidad de lo que el Señor dice de nosotros en su Palabra. Aquel que conoce nuestra realidad en toda su profundidad nos ama y acepta con esa realidad y nos concede su amor y aceptación ¡Así es la gracia!