No os amoldéis a los criterios de este mundo; al contrario, dejaos transformar y renovad vuestro interior de tal manera que sepáis apreciar lo que Dios quiere, es decir, lo bueno, lo que le es grato, lo perfecto. (Romanos 12:2)

Jesús nos envía al mundo con una misión. Sin embargo, eso no significa que el mundo no sea un lugar peligroso. El apóstol Pablo nos habla de uno de los grandes peligros que supone el mundo: conformarse. Conformarse es tomar la forma de algo externo, amoldarse al mismo. Cuando vacías la masa de un pastel en un molde toma la forma del mismo. Nuestro gran peligro es que seamos colonizados mental, emocional y espiritualmente por el mundo. Que poco a poco, imperceptiblemente la mayoría de las veces, vayamos adoptando los paradigmas mentales, es decir, las formas en que el mundo percibe y genera realidad. Una vez hecho esto el siguiente e inevitable paso es que nuestras conductas comienzan a reflejar esos paradigmas adoptados.

El bombardeo del mundo es constante. Todos nosotros pero, especialmente las nuevas generaciones, están sometidos a la influencia del mundo por medio de los medios masivos de comunicación y las redes sociales. Es imposible soportar esa presión sin los filtros que proporciona la Palabra del Señor en nuestra mente.

¿Cuán colonizado estás mental y espiritualmente?