No os encariñéis con este mundo ni con lo que hay en él, porque el amor al Padre y el amor al mundo son incompatibles. (1 Juan 2:15)

El mundo tiene una gran capacidad para seducir. El diccionario define seducir del siguiente modo: "La seducción es el acto que consiste en inducir y persuadir a alguien con el fin de modificar su opinión o hacerle adoptar un determinado comportamiento o actitud." 

La seducción del mundo hacia el seguidor de Jesús es posible debido al carácter atractivo que el mundo tiene. Vayamos por un momento al pasaje de Génesis 3 y veremos que la serpiente lleva a cabo un auténtico acto de seducción apelando al carácter bello y apetecible del fruto prohibido y, naturalmente, ocultando las consecuencias mortales que el mismo tenía. Porque en realidad hay mucho de lo que el mundo ofrece que es tremendamente atractivo y deseable. Promete lo que no puede dar y oculta lo que verdaderamente nos dará, la muerte en el sentido más amplio de la palabra.

La seducción del mundo es gradual pero, cuando caemos en ella, nos vamos deslizando más y más en un pendiente que en la misma intensidad nos va alejando del Señor. Jesús ya lo afirmó: "no podemos servir a dos señores". El amor al mundo nos aleja del amor a Dios.

¿Cómo están tus niveles de seducción?