Que no hay nadie fuera de mí. Yo soy el Señor, no hay otro. (Isaías 45:6)
Dicen que la gran aportación de Israel a la vida religiosa de la humanidad ha sido el monoteísmo. El Dios del Antiguo Testamento, como en este pasaje, declara una y otra vez su singularidad y unicidad. Estoy convencido que todos los seguidores de Jesús creemos en esta unicidad aunque manifestada en tres personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El asunto es que aunque creamos en un único Dios -monoteísmo teórico y teológico- puede darse el caso y, a menudo se da, de que somos politeístas prácticos porque nuestras lealtades y confianzas están puestas en otras cosas más allá del Dios único. Otros dioses muy potentes puede ser que estén operando en diferentes dimensiones de nuestra vida como el trabajo, las relaciones interpersonales, la iglesia, el dinero, el sexo, el poder, etc., etc. Se produce entonces lo que la Biblia llama un corazón no íntegro, no porque esté saturado de pecado, sino porque está dividido entre diferentes lealtades que, habitualmente, apuntan en diferentes direcciones.
¿Qué otros dioses puede ser que estén operando en tu corazón?