Puesto que también él [el sumo sacerdote] es presa de mil debilidades, está en disposición de ser compasivo con los ignorantes y extraviados, y debe ofrecer sacrificios tanto por los pecados del pueblo como por los suyos propios. (Hebreos 5:2-3)

Pienso que detrás de un legalista hay alguien que no ha aprendido a aceptar y vivir su realidad como pecador, a entender que, de alguna manera, el pecado siempre formará parte de su vida. No aceptar esa tensión nos genera una disonancia entre quienes somos y quienes desearíamos ser. Esa tensión debe resolverse de alguna manera para poder vivir con paz mental.

Bien, unos la resuelven experimentando la gracia del Señor, aceptando la realidad de que son pecadores y son amados y aceptados incondicionalmente, no a pesar de esa realidad, sino con la misma. Al aceptar la gracia pueden concederla a otros (de gracia recibistéis)

Otros, sin comprender la gracia optan por el legalismo, por señalar el pecado de otros para, de esa manera, sentirse mejor con el suyo. Si tú eres peor que yo, entonces puede vivir más tranquilo, reducir esa tensión de la que antes hablaba.

El pasaje de Hebreos nos muestra la importancia de optar por la primera postura, la del reconocimiento de nuestra realidad y la gracia. De lo contrario, no estaremos en condiciones de comprender y ser misericordioso con otros.

¿Cómo manejas esa disonancia en tu vida?