Aunque, en realidad, se trata de animarnos mutuamente con esa fe que vosotros y yo tenemos en común. (Romanos 1:12)
Pablo deseaba visitar Roma para ministrar a los seguidores de Jesús que vivían en la ciudad, pero también tenía la necesidad de ser ministrado y animado por ellos pues la tarea apostólica, como muy bien indica Pablo escribiendo a los Corintios, era un desgaste físico, emocional y espiritual. El apóstol se muestra vulnerable e indica la necesidad que tiene de ser cuidado en sus necesidades a la vez que él cuida de la de otros.
Tengo que reconocer que cuando he leído el pasaje y he comenzado a meditar sobre el mismo lo primero que ha venido a mi mente han sido los vampiros espirituales. El vampiro como metáfora de aquel cristiano que ve la comunidad de los creyentes y a sus miembros como un mero aporte para satisfacer sus necesidades emocionales, sociales y espirituales. Absorbe la energía espiritual y emocional de los demás pero no se compromete con nada ni con nadie. Esto me lleva a preguntarme a mí mismo ¿Con quién estoy comprometido mutuamente? ¿A quién tengo el compromiso de acompañar para que llegue a ver a Jesús formado en su vida? Pienso que en la iglesia de hoy necesitamos menos vampiros y más siervos. Más personas comprometidos con los otros y sus necesidades y menos consumidores de servicios religiosos. Más discípulos y menos creyentes.
Escucha al Señor ¿En qué categoría crees que te ubica Él?