Si alguno robaba, no robe más, sino que se esfuerce trabajando honradamente con sus propias manos para que pueda ayudar al que está necesitado. (Efesios 4:28)
Las enseñanzas de la Biblia sobre el trabajo son fascinantes. El trabajo para nada es considerado malo en las Escrituras. Dios trabajó y descanso e invitó al ser humano a unirse a Él en el trabajo del cuidado del jardín y darle nombre a los animales. Sin embargo, el trabajo, como todas las dimensiones de la vida humana se vio afectado por la rebelión del hombre contra el Señor. Podemos ver eso en dos extremos; el trabajo como un dios al que sacrificamos todo o el trabajo como una autentica esclavitud y opresión. El trabajo, como el resto de las dimensiones de nuestra humanidad debe ser redimido por Jesús a su estado original.
Aquí Pablo nos da una pista de lo que significa reorientar el trabajo según la voluntad del Señor. El apóstol indica que no trabajamos únicamente centrados en nosotros mismos y en nuestras necesidades. Esto que acabo de mencionar es algo legítimo -el mismo Pablo indica que aquel que no provee para los suyos es peor que un incrédulo y ha negado la fe-. Dios nos da la oportunidad de ganar recursos económicos para que también podamos ser de ayuda para aquel que está en necesidad, primera, pero no exclusivamente los de nuestra congregación.
No se trata, en definitiva, de cuánto puedes dar, sino del principio que cuando recibes tu salario pienses que una parte deberías de pensarla para aquellos que están en necesidad. Y siempre hay alguien que tiene más necesidad que nosotros.