Es Dios mismo quien realiza en vosotros el querer y el hacer, más allá de vuestra buena disposición.... con temor y temblor ocupaos de vuestra salvación, con más empeño que si yo estuviera presente. (Filipenses 2:12-13)
Intencionalmente he cambiado el orden de los versículos, de tal manera que el 13 va delante del 12. Creo que así se entiende mejor las dos dimensiones de la salvación cristiana. Hay una parte que sólo puede hacerla el Señor y otra que únicamente puedes hacerla tú.
Un gran maestro puede estar tremendamente capacitado para enseñar; pero de nada servirá si el alumno no tiene la disponibilidad para aprender y no quiere esforzarse en ello. Un médico puede tener un claro diagnóstico y tratamiento para su paciente; será inútil si éste no tiene interés en seguir la prescripción del doctor.
La salvación sería total y absolutamente imposible sin el concurso y la actuación del Señor. Él la ha hecho posible. Incluso el Espiritu Santo, según indica Jesús en el evangelio de Juan, ha sido el que ha puesto en nosotros convicción de nuestra necesidad de ser salvados. Pero lo que Dios ha hecho posible puede resultar inútil si el ser humano decide no responder a la obra del Señor.
En este pasaje vemos las dos dimensiones de la salvación: el trabajo del Señor y la respuesta humana. Dios ha hecho su parte y la sigue haciendo. Ahora bien, no esperes que haga la tuya que es ocuparte, ser intencional, se proactivo, esforzarte en desarrollar el carácter de Jesús por medio de las disciplinas espirituales. Así pues no esperes que Dios haga lo que te corresponde única y exclusivamente a ti. No procrastines más