El pecado habla al malvado en el fondo de su corazón; el miedo a Dios no existe para él. Se enorgullece de sí mismo, incapaz de descubrir y odiar su culpa. (Salmo 36:2-3)

Varias cosas nos dicen las Escrituras sobre el corazón; Qué de él nace todo nuestro proyecto vital, en él se elaboran las decisiones, se acuñan los valores, se determinan las prioridades. También nos indica la Biblia que tiene un carácter engañoso, es decir, falta a la verdad en lo que dice, hace o piensa. Del corazón nace el pecado, así lo afirma con rotundidad el Señor Jesús. 

Tiene, pues, por tanto, todo el sentido lo que afirma el salmista que el pecado se dirige, habla al fondo del nuestro corazón, allí comienza todo el proceso de seducción consciente o inconsciente que se traducirá en actitudes, motivaciones, pensamientos, acciones u omisiones que serán lo que tradicionalmente llamaremos pecados.

Por eso, el salmista en varias ocasiones nos pide que pongamos siempre a prueba nuestro corazón para poder discernir el pecado en sus estados más primitivos y arrancarlo de raíz.

¿Con cuanta frecuencia pones tu corazón en examen ante Dios?