He luchado con valor, he corrido hasta llegar a la meta, he conservado la fe. (2 Timoteo 4:7)
Sin duda los comienzos son importantes, pero lo que realmente cuenta son los finales. Los partidos de cualquier deporte no se ganan en la primera parte por brillante que esta sea, siempre se ganan... o se pierden en la segunda parte. Las primeras partes pueden ser prometedoras y marcar una tendencia pero, de nuevo, lo que realmente cuenta es cómo se acaba.
Es lo mismo en la vida cristiana; hay que correr bien hasta el último momento. Hay que estar siempre alerta y no fiarse. El propio Pablo indicaba que aquel que se cree firme y seguro debe de estar atento a no caer. Pedro, su colega, indica que Satanás está alrededor nuestro buscando a quién devorar y, el propio Jesús, afirmó la debilidad de la carne en la lucha con el pecado. Es posible que tú y yo no acabemos bien.
Sin duda hay una parte que le corresponde al Señor y podemos estar seguros que la hará. El reto es si nosotros seremos intencionales y responsables con la nuestra. Una de las estrategias menos usadas y más necesarias es tener estructuras de rendición de cuentas. Personas a las que les damos autoridad para que cuestionen nuestra vida y nos confronten con nuestra realidad. Sin esto somos vulnerables, más propensos a caer y no acabar bien.
¿Cuán vulnerable eres?