"Yo soy el que sondea las conciencias y los corazones y el que dará a cada uno de vosotros según su merecido". (Apocalipsis 2:23b)

Cualquiera que conduce sabe (o debería saber) de la existencia de puntos ciegos en nuestros espejos retrovisores. Hay partes de la realidad que no podemos ver y, sin embargo, están ahí.

Lo mismo pasa con la vida cotidiana, todos tenemos puntos ciegos. Partes de nuestra realidad que no percibimos pero que pueden ser percibidos por otros y que, sin duda, son percibidos por Dios.

El punto ciego, por lo general tiene una connotación negativa. En la conducción puede dar lugar a un accidente, en nuestras vidas a hacernos daños a nosotros mismos u otros. Esos puntos ciegos sólo pueden ser evitados recibiendo retroalimentación por parte de otros. Ahora bien, pues ser que otros no se atrevan a dárnosla o nosotros estemos dispuestos a recibirla porque nuestra débil identidad no sabrá cómo manejarla. Pero Dios si ve y quiere y puede darnos retroalimentación si tenemos la humildad, la valentía y la voluntad de aceptarla. Tres cualidades que tenía el salmista y que se reflejan en el Salmo 139: 23 y 24. Buscar y recibir retroalimentación, una virtud a incorporar en nuestras vidas.

¿Con qué frecuencia buscas retroalimentación de parte de Dios? ¿Y de parte de otros?