Seréis hijos de Dios, intachables en medio de gentes depravadas y perversas, y brillaréis entre ellos, como lumbreras que iluminan el mundo. (Filipenses 3:15)
La imagen que usa Pablo no es nueva. Ya Jesús, quien se refiere a sí mismo como la luz del mundo, la utiliza para referirse a nosotros. En la antigüedad, antes que existieran los faros alimentados por electricidad, estos funcionaban con carbón y leña. Había zonas donde era habitual que piratas generaran falsos faros que lejos de ayudar a los barcos a evitar peligros los guiaban maliciosamente hacia ellos para que embarrancaran y pudieran saquearlos.
Mi punto es que nuestras vidas -tengamos conciencia de ello o no, lo queramos o no- siempre emiten luz. La pregunta sería ¿qué tipo de luz? Puede ser una luz que, como afirma Jesús, lleve a las personas -aunque no lo reconozcan ni manifiesten públicamente- a pensar en su necesidad de Dios. Contrariamente, puede ser una luz que reste credibilidad a Jesús y su mensaje y reafirmando los prejuicios que muchas personas tienen hacia el evangelio acerca de los creyentes.
Si te valoras con honestidad ¿qué luz proyecta tu vida?