Sí, aún queda alguien a través del cual podemos consultar al Señor: Miqueas, el hijo de Jimlá. Pero yo lo detesto, porque no me profetiza venturas, sino desgracias. (1 Reyes 22:8)
Acab, rey de Israel, invita a Josafat, rey de Judá, a que le acompañe a una campaña militar contra los sirios. El monarca de Judá es descrito en las Escrituras como alguien que obedecía al Señor. Contrariamente, el rey de Israel era totalmente lo contrario. Josafat antes de aceptar la invitación de su colega israelí pide que se consulte al Señor. Todos los profetas que servían en la corte de Acab, de forma unánime, profetizan que la campaña será exitosa. Josafat no las tiene todas consigo y pregunta si, por decirlo, hay un profeta de Dios auténtico. El texto que reproduzco en esta entrada es la respuesta dada por Acab.
Pienso que como primera respuesta es normal que detestemos a aquellos que no nos dicen lo que no queremos oír. El problema es que, con bastante frecuencia, eso es precisamente lo que precisamos escuchar, lo que necesitamos, sea en nuestra vida personal, ministerial o profesional en cualquiera que sea el ámbito en el que nos movamos. Necesitamos, pues, en primer lugar asegurarnos que hay personas que nos dicen la verdad y, en segundo lugar, que tenemos una actitud que no nos impida escuchar y obrar en consecuencia. Ambos, Acab y Josafat hubieran acabado de forma diferente si hubieran escuchado la voz del profeta.
¿Hay q tu alrededor este tipo de personas? ¿Hay en ti esa actitud de escucha?