Y tened en cuenta que será juzgado sin compasión quien no practicó la compasión. La compasión, en cambio, saldrá triunfante del juicio (Santiago 2:13)
Creo que hay muchas maneras de actuar en la vida que sólo se pueden aprender cuando uno las ha experimentado, las ha vivido en su propia carne, en primera persona. Es difícil que alguien perdone si no ha sido perdonado, si no ha experimentando lo que es fallar y recibir ese perdón que alivia y concede paz. Resulta complicado, aunque no imposible, que una persona que siempre ha recibido amor condicional pueda ofrecer a otros amor incondicional. Así podríamos seguir, tal vez, hasta el infinito.
Santiago nos pide que seamos compasivos. La compasión es la capacidad de reconocer la situación de necesidad del otro y movernos, consecuentemente, a la acción para tratar de aliviarla. Podemos serlo, en vez de ser legalistas juzgando y condenando al otro porque nosotros mismos hemos recibido compasión de parte del Padre en nuestra situación de pecadores.
Pero si no mostramos compasión a otros, significa que hemos renunciado a la misma en nuestras propias vidas y, consecuentemente, nos sometemos a la ley y a recibir lo que por haberla quebrantado merecemos, ni más, ni menos. La renuncia a la compasión es total, en los otros y en nosotros.
¿Cómo están tus niveles de compasión?