Y es que así como el cuerpo si espíritu está muerto, así está muerta también la fe sin obras. (Santiago 3:26)

Martín Lutero, el reformador alemán, tenía sus objeciones a que el libro De Santiago estuviera en el canon de las Escrituras. Se trata de un libro tremendamente práctico que hace un gran énfasis en la importancia de las obras y eso entraba en conflicto -en su mente- con la idea de la salvación única y exclusivamente por medio de la gracia al margen de las obras.

Es comprensible pero sesgado. Santiago está alineado con lo que afirmó el Señor Jesús: "por sus frutos los conoceréis" y también con el apóstol Pablo que afirma que si bien no hemos sido salvados por obras si que hemos sido salvados para obras (Efesios 2:10), y que Jesús murió para formar un pueblo celoso de practicar buenas obras (Tito 2:11-14). El razonamiento que desarrolla Santiago es impecable; no es una cosa o la otra sino ambas y, además, expresa perfectamente la relación entre ambas.

En definitiva, la única evidencia de que tu fe es auténtica son tus obras. Por tanto, si quieres comprobar el estado de salud de tu fe mira a tu estilo de vida de una manera integral, es decir, no sólo cuánto mal dejas de hacer, sino también cuánto bien no estas haciendo.

¿Cuál es el estado de salud de tu fe?