Alegraos profundamente, hermanos, cuando os sintáis cercados por toda clase de dificultades. Es señal de que vuestra fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos de perseverancia. (Santiago 1:3)
Santiago afirma que las dificultades -situaciones difíciles, duras o adversas que todos sufrimos en la vida- tienen como finalidad poner a prueba la calidad de nuestra fe. Estas circunstancias ponen de manifiesto aspectos de nuestro carácter que de otra manera nunca saldrían a la luz y, al no hacerlo, no podríamos trabajar sobre ellos, no podríamos gestionarlos o incluso erradicarlos.
Nadie nos va a privar de tener que pasar por ese tipo de situaciones, forman parte de la naturaleza misma de la vida. Ahora bien, el uso que hagamos de las mismas sí que es nuestra decisión y, si las gestionamos de forma adecuada traerán como resultado frutos de perseverancia o resiliencia, es decir la capacidad de crecer y salir fortalecidos en medio de la adversidad.
Porque las dificultades no las podremos evitar y si no hacemos ese trabajo interior el dolor y el sufrimiento que producen habrá sido totalmente en vano, malgastado sin que hayamos podido general resiliencia.
¿Qué dificultades estás pasando, qué aspectos están sacando a la superficies que debería trabajar con Dios?