Pero él les replicaba diciendo: — Mi Padre no cesa nunca de trabajar, y lo mismo hago yo. (Juan 5:17)

A estas alturas del partido creo que ya tengo una visión más centrada, no sé si madura, de la vida y la realidad. Ya entiendo que el Señor no es una máquina dispensadora de respuestas a las oraciones y tampoco seguro de vida y accidentes para mí y los míos. La vida tiene una evolución natural que a todos nos afecta de una manera u otra. 

Pero lo anterior no quita que Dios sigue trabajando en la historia; en la macro historia que está relacionada con el advenimiento definitivo del Reino, y en la micro historia de cada uno de nosotros. El problema es que, en demasiadas ocasiones, no somos conscientes o no podemos percibir esa intervención de Jesús en nuestra vida y circunstancias. Él parece ausente en el mejor de los casos, indiferente en el peor y, sin duda, es legítimo tener un sentido de decepción. Es entonces cuando debemos recordar esa afirmación de Jesús y descansar en la confianza que llevará a cabo su obra y propósito en nosotros que, no necesariamente, concuerda con nuestras expectativas.

¿En qué situaciones de tu vida necesitas recordar esta realidad?