Pero ahora, Dios os vuelto a la vida con Cristo y nos ha perdonado todos nuestros pecados. Ha destruido el documento acusador que contenía cargos contra nosotros y lo ha hecho desaparecer clavándolo en la cruz. (Colosenses 2:13-14)
Pablo hace referencia al documento, que habitualmente estaba en la puerta de la celda del prisionero, donde estaban escritos los cargos por los cuales estaba encarcelado. El apóstol indica que Jesús ha tomado ese documento, el de cada uno de nosotros, y lo ha clavado en la cruz haciéndose de ese modo responsable de todos nuestros pecados y, por tanto, dándonos el perdón y la libertad.
Muy bonito poéticamente hablando, pero ¿qué consecuencias prácticas tiene para nuestra vida? La más importante, sin duda, es que Satanás ya no tiene ningún poder sobre nosotros y, por tanto, no debemos hacer caso a los sentimientos de culpa y vergüenza que tratará de utilizar en nuestra contra para paralizarnos espiritualmente. No me refiero a la culpa y vergüenza saludables que nos llevan al arrepentimiento cuando es necesario. Me refiero a las tóxicas que no vienen del Señor sino del Acusador que tratará de hacernos dudar de que Dios pueda amar, aceptar y colaborar con alguien como nosotros.
¿Qué hacer, pues, cuando esos sentimientos vengan? Primero, recuerda de quién proceden. Segundo, enséñale (metafóricamente hablando) el documento acusador clavado en la cruz. Tercero, y último, da gracias a Dios por el perdón y la libertad otorgadas por Jesús.