Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo rompe los odres, y se pierden al mismo tiempo los odres y el vino. A vino nuevo, odres nuevos. ((Marcos 2:22)
En la época de Jesús no existían botellas para conservar el vino y lo habitual era hacerlo el odres de piel. Cuando eran nuevos conservaban un grado de flexibilidad, de adaptación, que iban perdiendo al envejecer. El vino nuevo todavía no había fermentado completamente y producía gases que presionaban el odre; si este todavía tenía flexibilidad podía adaptarse y resistir la presión del gas. Sin embargo, si carecía de esta se rompía y se perdía el continente y el contenido.
La enseñanza es clara ¿Cuál es el grado de flexibilidad que tienen nuestras instituciones religiosas para aceptar una nueva teología, una nueva comprensión de las Escrituras para un tiempo nuevo? pero también ¿Cuál es nuestro grado de flexibilidad mental para adaptarnos a nuevas realidades sin rompernos? Podría ser que por la carencia de la tan necesidades flexibilidad no estemos cerrando al trabajo personal y organizacional del Señor.
¿Cuán flexibles son tus estructuras mentales? ¿Eres odre viejo o nuevo?